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sábado, 5 de octubre de 2013

La influencia familiar del triatlón

Ahora que soy un triatleta espectador, puedo ver las pruebas desde otra perspectiva a la que no estaba acostumbrado y me puedo fijar en cómo los demás viven este deporte. Hoy se celebraba el Triatlón de Málaga, con 1200 participantes, por lo que demográficamente es un buen estudio.

El auge del triatlón es una realidad, se convierte en un deporte asentado, hay un gran grueso amateur que nutre a nuestro amado deporte, una reducida élite (también amateur en su mayoría), y los neófitos que siguen entrando en este mundo. Como ya sabréis los que me conozcáis o me hayáis leído alguna vez, soy un amante del entrenamiento, entreno para mejorar, y mejoro para competir mejor, eso suponga quedar el 30º o el 300º. Al final nos reducimos a un dorsal, con un tiempo en meta, un puesto en la clasificación y unos objetivos que TODOS tenemos en mente y nos gusta cumplir, pero a parte de esto hay mucho más.



No hay duda de que el triatlón, sea la distancia que sea, es un deporte exigente. La sensación de la transición a cada segmento es fatiga pura, y no es raro que te venga a la mente el famoso: "¿Qué cojones hago yo aquí?". Muchos de los que entran en el triatlón no han practicado ninguno de los tres deportes antes, incluso ningún otro deporte. Cuando ves salir a los últimos novatos del tramo de natación, lejos de tener la esbelta figura de Jan Frodeno o Gwen Jorgensen, y escuchas a su pareja e hijos gritarle con admiración, "¡Ahí está papá, vamos papi!" (ídem con las madres, no me colguéis), es inevitable que se te dibuje una sonrisa y animes a es@ valiente.

Hay mil historias detrás de cada dorsal, pero lo que está claro es que tener en la familia a alguien que practique deporte, entrene, se sacrifique e ilusione a los demás para disfrutar del premio el gran día todos juntos es algo importantísimo. Cambiar el bar por la piscina. Hijos que adquieren de sus padres estos valores del sacrificio, la disciplina, la constancia y la ilusión, de un deporte en el que el que entra el 354º los brazos en meta, y es el campeón para su pequeño. Padres, que a raíz de ver a sus hijos, se contagian y no dudan en pintarse un dorsal y tirarse al agua. O innumerables amigos que te da este mundillo.

Infinitas excusas y efectos secundarios para animarse a practicar triatlón y compartirlo con los demás, que si no es para compartirlo, ¿para qué?



Un abrazo
@kickecr